A F.U.D.O.S.I. foi formada em 1934 “para proteger as liturgias sagradas, ritos e doutrinas das Ordens iniciáticas tradicionais de serem apropriadas e profanadas por organizações clandestinas”. A F.U.D.O.S.I. não era uma Ordem, mas uma Federação Universal de Ordens e Sociedades esotéricas e autônomas, portanto, um órgão administrativo antes de tudo.

“Algumas pessoas, cujas mentes ainda não receberam luz suficiente, desejam saber por que era necessária uma Federação Universal. As Ordens e Sociedades Iniciáticas que, no seu próprio campo de trabalho, desfrutam da mais absoluta e completa liberdade e perfeita autonomia e independência. A esta questão nós podemos responder que, mais que qualquer outra coisa, está no trabalho iniciático que a maior vigilância é indispensável e que uma disciplina internacional estrita e ativa deve ser exercida.

Nós devemos reconhecer e lamentamos a existência de muitos falsos profetas e vários auto-proclamados iniciados que usam, para propósitos egoístas e tirânicos de dominação, o pretexto da iniciação para explorar as pessoas crédulas e sinceras. Era tempo de advertir o público contra estes falsos líderes e contra doutrinas nocivas que eles ensinaram às almas confiantes.

Em cada país, cada Ordem autêntica e regular conhece seus imitadores e tais falsos profetas. Era necessário vigiar estes movimentos clandestinos, expor estes impostores ou instrumentos ocultos e evitar sua força, em todos os países, onde quer que eles estejam operando, e assim evitar qualquer confusão entre as Ordens regulares e autênticas e as Organizações falsas que são prejudiciais ou que ofereçam ensinamentos que nada têm a ver com a Tradição Universal e o Esoterismo.

E também era necessário que as Ordens autênticas tivessem cuidado ao selecionar os seus membros e oficiais e manter os seus adeptos e estudantes no caminho correto das verdadeiras doutrinas, obrigando-os a seguir uma linha estrita de disciplina, trabalho racional, sincero e consciencioso, para evitar ensinamentos radicais e heterodoxia. Este imenso trabalho que era pretendido e que protegia as Ordens contra os seus inimigos internos e exteriores foi efetuado com sucesso pela F.U.D.O.S.I. e continua ocorrendo.” (Jornal da F.U.D.O.S.I., novembro de 1946)

 

Saturday, December 10, 2005

Historia de una Orden Tradicional por Christian Rebisse



EL “HADA DE LA ELECTRICIDAD”

En 1889 se inauguró en París La 4ª Exposición Universal, que conmemoraba el centenario de La Revolución Francesa de 1789. Fue una gran exposición donde triunfo el “hada de la electricidad”. La clave de esta exposición fue la inauguración de la Torre Eiffel, el gigantesco monumento metálico que se iba a convertir rápidamente en el símbolo del materialismo triunfante, de la tecnología y de la industria. ¿Era la encarnación de una nueva Torre de Babel? ¿Una nueva “Maison Dieu” “Casa de Dios” desde lo alto de la cual el hombre se arriesgaba a tener una mala caída... ? Por esa misma época, el Martinismo se reorganizaba y publicaba la revista “La Iniciación”.

¿En base a qué fundamentos podían apoyarse los Martinistas de aquella época para elevar su Templo y quiénes fueron los artífices de esa reconstrucción? Es a partir del encuentro de Gérard Encausse (Papus) y de Augustín Chaboseau, ambos poseedores de una iniciación que les fue transmitida directamente por Louis-Claude de Saint-Martin (1743-1803), cuando nace la Orden Martinista.


LOS ELUS-COHEN

Louis-Claude de Saint-Martin fue discípulo de Martines de Pasqually. Este había creado, hacia 1754, la “Orden de los Elus-Cohen”. Martines de Pasqually proponía a sus discípulos trabajar para su reintegración a través de la práctica de la teurgia. Esta ciencia se basaba en un ceremonial de gran complejidad, y aspiraba a lo que Martines de Pasqually llamaba la reconciliación del “menor”, el hombre, con la Divinidad. Esta teurgia se basaba en la relación del hombre con las jerarquías angélicas. Los ángeles constituían, según Martines de Pasqually, el único apoyo de que disponía el hombre después de su caída para conseguir la reconciliación (reintegración) con lo Divino. Contrariamente a lo que se piensa, el Martinismo no es la prolongación de la orden de los Elus-Cohen y, con mayor motivo, Martines de Pasqually no debe considerarse como el fundador de la Orden Martinista. En 1772, incluso antes de haber concluido la organización de su propia orden, Martines de Pasqually parte para Santo Domingo.

De ese viaje no regresará, pues muere en 1774. Después de la desaparición de Pasqually, algunos de sus discípulos continuarón la labor de difundirlas enseñanzas dándoles un tono particular. Entre esos discípulos se distinguen dos, Jean-Baptíste Willermoz y Louis-Claude de Saint-Martin.

Jean-Baptíste Willermoz, un ferviente adepto de la francmasonería y de la teurgia, entró en relación con la “Estricta Observancia Templaria” alemana. En 1782, en el congreso masónico que esta orden celebró en Wilheimsbad, J. B. Wiliermoz hizo integrar las enseñanzas de Martines de Pasqually en los grados altos de esta orden, los de “Profeso” y “Gran Profeso”. Sin embargo, él no transmitió a esta orden las prácticas teúrgicas de los Elus-Cohen. Durante ese congreso, la Estricta Observancia Templaria cambió su nombre por el de los “Caballeros Bienhechores de la Ciudad Santa”.

En cuanto a Louis-Claude de Saint-Martin, abandonó la francmasonería. Dejó a un lado la teurgia, la vía externa, en favor de la vía interna. En efecto, juzgaba que la teurgia era peligrosa, y la invocación angélica la juzgó como poco segura cuando sale al exterior. Por otro lado, se podría poner en boca de Saint-Martin la frase de Angelus Silesius que, en su poema Querubínico, dice: “Alejaos, Serafines, ¡no podéis reconfortarme! Alejaos, ángeles, y todo lo que se puede ver relacionado con vosotros; yo me lanzo solo en el mar increado de la Deidad pura”. La herramienta y el crisol de esta misteriosa comunión debe ser, según Saint-Martin, el corazón del hombre. Quería “entrar en el corazón de la Divinidad, y hacer entrar la Divinidad dentro de su propio corazón”, y con este sentido es por lo que se llamó a esta vía, preconizada por Saint-Martin, la “vía cordial”. La evolución en la actitud de Saint-Martin se debió en gran parte al descubrimiento de la obra de Jacob Boehme. En su diario personal, dice: “A mi primer maestro es a quien debo mis primeros pasos en la vía espiritual, pero es al segundo a quien debo los pasos mas significativos que he conseguido dar”. Enriqueció las ideas de su primer maestro y las de su segundo maestro para construir con ambas un sistema personal. Louis-Claude de Saint-Martin transmitió una iniciación a algunos discípulos escogidos. (1)

Recordemos igualmente que tampoco Louis-Claude de Saint-Martin es, él mismo, el creador de una asociación que lleva el nombre de Orden Martinista. Por el contrario, se sabe que se constituyó alrededor de él un grupo (sobre 1795) al cual algunos de sus amigos se referían como “Círculo Intimo”, “Sociedad de los Íntimos”. Balzac, en “El lirio en el valle”, nos da testimonio de la existencia de grupos de los discípulos de Saint-Martin: “Amiga íntima de la Duquesa de Borbón, Mme. de Verneuil formaba parte de una sociedad santa cuya alma era M. Saint-Martin, nacido en Touraine, y llamado el Filósofo Desconocido. Los discípulos de ese filósofo practican las virtudes aconsejadas por las altas (especulaciones) de la iluminación mística” (2). La iniciación transmitida por Louis-Claude de Saint-Martin perduró hasta principios de siglo a través de diferentes filiaciones. A finales del siglo XVIII dos hombres eran depositarios de esa iniciación: el Doctor Gérard Encausse y Augustín de Chaboseau, cada uno por una filiación diferente. Examinemos rápidamente esas filiaciones.


LINAJE MARTINISTA

Louis-Claude de Saint-Martin falleció el 13 de Octubre de 1803. Había iniciado a Jean Antoine Chaptal, un químico a quien debemos el descubrimiento de algunos procedimientos para la fabricación del alumbre y de la tintura del algodón, así como el procedimiento de vinificación que lleva el nombre de “Chaptalización”. Chaptal tuvo varios hijos, de los cuales una hija por su matrimonio se convirtió en la Sra. Delaage. Esta última tuvo un hijo, Henri Delaage, autor de numerosos libros sobre la historia de la iniciación antigua. H. Delaage fue iniciado por alguien cuyo nombre no nos es conocido, probablemente su padre o su madre, pues cuando su abuelo (Chaptat) murió, el joven Henri Delaage solo tenía 7 años y era demasiado joven para recibir esta iniciación. Henri Delaage transmitió esta iniciación a Gérard Encausse, en 1882.

Hacia mediados de 1803 Louis-Claude de Saint-Martin estuvo alojado en casa de su amigo el Abad de la Noue, en Aulnay. Había iniciado a éste mucho tiempo antes de su muerte. Este eclesiástico, sacerdote libre y hombre de una cultura enciclopédica, inició al abogado Antoine-Louis Marie Hennequin. Este último inició a Hyacinthe Joseph-Alexandre Thabaud de Latouche, más conocido por su nombre de escritor Henri de Latouche, quien inició a su vez a Honoré de Balzac y a Adolphe Desbarolles, el Conde de Authencourt, a quien debemos un célebre tratado de quiromancia. Este último inició a la sobrina de Henri de Latouche, Amélie Nouël de Latouche, Marquesa de Boisse-Mortemart, la cual a su vez inició a su sobrino, Augustín de Chaboseau, en 1886 (3).


LA CREACIÓN DE LA ORDEN MARTINISTA

Por medio del encuentro de estos dos “descendientes” de Louis-Claude de Saint-Martin, Augustín Chaboseau y Papus, es como va a nacer una orden iniciática que tomará el nombre de “Orden Martinista”. Papus y Augustín Chaboseau eran dos estudiantes de medicina. Un amigo común, P. Gaëtan Leymarie, director de “la Revista Espiritista”, conociendo el interés de cada uno de ellos por el esoterismo, se encargó de organizar su encuentro. Los dos estudiantes de medicina enseguida se hicieron amigos y no tardaron en darse cuenta de que ambos eran depositarios de una iniciación que remontaba a Louis-Claude de Saint-Martin. En 1888 pusieron en común lo que habían recibido uno y otro y decidieron transmitir la iniciación de la que eran depositarios a algunos buscadores de la verdad. Para ello crearon una Orden iniciática y le dieron el nombre de “Orden Martinista”.

!Qué actividad! ya había fundado la “Escuela Hermética”, había organizado la Orden Martinista, había creado las revistas “La Iniciación”, “El Velo de Isis” y había escrito “El Tratado Elemental de las Ciencias Ocultas” (a los 23 años) y “El Tarot de los Bohemios” (a los 24 años). Sus colaboradores, aparte F. Ch. Barlet, tampoco eran mucho mayores que él. A partir de 1887 debe su interés por el esoterismo al descubrimiento de las obras de Louís Lucas, químico, alquimista y hermetista. Apasionado con el ocultismo, estudia los libros de Eliphas Levi. Entra en contacto con el dirigente de la revista Teosófica “El Loto Rojo”, Félix Gaboriau, conoce a Barlet (Albert Faucheux) un erudito ocultista. En 1887, Papus se une a la Sociedad Teosófica, fundada algunos años antes por Madame Blavatsky y el Coronel Olcott.


El CONSEJO SUPREMO - 1891

En poco tiempo, Papus comenzó a disonar de la Sociedad Teosófica. Esta organización tenía una concepción muy orientalista y budista del esoterismo; esa misma posición iba a disminuir, e incluso iba a suprimir toda perspectiva de un esoterismo occidental real. Esta actitud, que preconizaba una superioridad absoluta de la tradición oriental, escandalizó a Papus. Pero en el horizonte se de lineaba un peligro mas grave aún. Sin él, nos dice Papus, la tradición occidental habría podido continuar transmitiendo su antorcha de iniciado a iniciado en el silencioy en el incógnito.

En efecto, según Papus y Stanislas de Guaita, ciertos ocultistas intentaron desplazar el eje de gravitación del esoterismo para colocarlo fuera de París, la tierra de elección; “Así pues se decidió en Haut Lieu (Lugar Elevado - aclara misteriosamente Papus), que debía emprenderse un movimiento de difusión para seleccionar a los verdaderos iniciados, capaces de adaptar la tradición occidental al siglo que empezaba”. Su fin era el preservar la perennidad de esta tradición y contrarrestar la maquinación encaminada a conducir a los buscadores sinceros hacia una situación crucial. El Martinismo fue el crisol de esta transmutación. Papus dimitió de la Sociedad Teosófica en 1890, y desde ese momento el Martinismo se organizó de una manera más precisa.

Las iniciaciones martinistas se hicieron más numerosas y al año siguiente, en julio de 1891, la Orden Martinista creó un Consejo Supremo compuesto por 21 miembros (4). Se procedió a la elección para designar al Gran Maestro de la Orden y allí fue elegido Papus para este cargo. Gracias al talento de Papus y a la ayuda material de Lucien Mauchel (Chamuel), la orden se extendió rápidamente. Se crearon las primeras logias martinistas y París contó muy pronto con cuatro logias: “La Esfinge”, dirigida por Papus, donde se hacían los estudios generales. “Hermanubis”, dirigida por Sédir, donde se estudiaba el misticismo y la tradición oriental. “Velleda”, dirigida por Victor-Emile Michelet, que se dedicó al estudio del simbolismo. “Esfinge” quedó reservada a las adaptaciones artísticas. En varias ciudades francesas, e incluso en el extranjero, se formaron grupos martinistas. La Orden Martinista tomó una gran expansión en el extranjero: Bélgica, Alemania, Inglaterra, España, Italia, Egipto, Túnez, Estados Unidos, Argentina, Guatemala, Colombia. En el número del mes de Abril de 1898 de “La Iniciación” se explica que en 1897 existían 40 logias en el mundo y que en 1898 ese número aumentó a 113.


LA FACULTAD DE CIENCIAS HERMÉTICAS

Los Martinistas querían renovar el esoterismo occidental; sin embargo, no existía ningún lugar en Francia donde se pudieran estudiar las ciencias herméticas. Papus reflexionó sobre esto y se dijo: “Puesto que existen facultades donde se pueden aprender las ciencias materialistas, ¡por qué no podría haber una donde se pudieran estudiar las ciencias esotéricas!”. Así pues, los Martinistas constituyeron un grupo que organizaba cursos y conferencias con el fin de mostrar a los buscadores los valores del esoterismo occidental. Ese grupo constituyó el vivero de donde fueron seleccionados los futuros Martinistas. Se convirtió en el círculo externo de La Orden Martinista y tomó el nombre de “Escuela Superior Libre de las Ciencias Herméticas”. Más tarde tomó el nombre de “Grupo Independiente de Estudios Esotéricos”, después el de “Escuela Hermética” y “Facultad de Ciencias Herméticas”.

Eran numerosos los cursos y los temas que se estudiaban allí e iban desde la Cábala a la Alquimia y el Tarot, pasando por la historia de la filosofía hermética, o sea, alrededor de unos doce cursos al mes. Los profesores más asiduos eran Papus, Sédir, Victor-Emile Michelet, Barlet, Augustín Chaboseau, Sisera... Una sección en particular estudiaba las Ciencias Orientales, bajo la dirección de Augustín Chaboseau. Otra, bajo la dirección de F. Jollivet-Castelot, se dedicaba a la Alquimia. Este grupo tomó el nombre de “Sociedad Alquímica de Francia”.


LA ORDEN CABALÍSTICA DE LA R+C

Si los Martinistas habían constituído un círculo externo, “El Grupo Independiente de Estudios Esotéricos”, a su vez, también creó un círculo interno, “La Orden Cabalística de la Rosa+Cruz”. El 5 de Julio de 1892 la Orden Martinista y la Orden Cabalística de la Rosa+Cruz se unieron por medio de un tratado. Para Stanislas de Guaita, “el Martinismo y la Rosa+Cruz constituían dos fuerzas complementarias, en todo el ámbito científico del término” (5). Esta Orden había sido renovada en 1889 por Stanislas de Guaita y Joséphin Péladan. La entrada en esta orden estaba estrictamente reservada a los Martinistas “S.I.” que poseyeran ese grado por lo menos desde tres años antes y que reunieran unas condiciones particulares. El número de miembros debía estar limitado a 144 pero parece que ese número nunca se alcanzó. La Orden Cabalística de la Rosa+Cruz tenía como fin perfeccionar la formación de los S.I.. Se dividía en tres grados de estudios con diplomas de: Bachiller en Cábala, Licenciado en Cábala y Doctor en Cábala. Después de la muerte de Stanislas de Guaita en 1897 (o sea, 8 años después de su creación), Barlet fue designado para dirigir la Orden, pero nunca ejerció su función y la Orden Cabalística de la Rosa+Cruz quedó más o menos en estado durmiente. Papus la pone de nuevo en actividad, sin éxito, y dura hasta la primera guerra mundial en 1914.

Para expandir la iluminación, los Martinistas no dudaron en buscar alianzas con otras sociedades iniciáticas. Así, en 1908, Papus organizó una gran convención espiritualista internacional en París, que reunió por lo menos unas treinta organizaciones iniciáticas. El secretario de esta amplia tentativa era Victor Blanchard, un Martinista que retomó esta idea algo más tarde para organizar la F.U.D.O.S.I.. Desgraciadamente, en sus numerosas alianzas, Papus se dejó a veces arrebatar por el entusiasmo de sus colaboradores, como pasó con la “Iglesia Gnóstica”. Esta iglesia había sido fundada por Jules Doinel hacia 1889, después de una experiencia espiritista. Se dice a menudo que la Iglesia Gnóstica llegó a ser la iglesia oficial de los Martinistas. De hecho la importancia de esta alianza ha sido aumentada por ciertos pseudo-sucesores de Papus. Si se alió con numerosas organizaciones: “Los Iluminados”, “Los Babístas” (persas), “El Rito Escocés” o “Menphis Misraim”, la Orden Martinista no por eso dejó de guardar su independencia. En esa época, era normal pertenecer a varias organizaciones iniciáticas al mismo tiempo, muchos abusaron y algunos fueron contaminados por una terrible enfermedad que acometía a los “pseudo-iniciados”, “la cordonitis”. Papus y la mayor parte de los dirigentes Martinistas habían tomado importantes responsabilidades en la Franc-Masonería egipcia del rito de Menphis-Misraim. ¡Comparados con los 97 grados de este rito, los pocos grados del Martinismo parecían bien pobres! Algunos Martinistas, turbados por los títulos atractivos de los grados de Memphis-Misraím, no se tomaron ni siquiera el tiempo de estudiar sus enseñanzas, muchos se hundieron en un cierto sincretismo iniciático y se olvidaron del propósito de la iniciación y de sus fundamentos, para perderse en sus formas.


LA GUERRA DE 1914-1918

Podemos decir que con la primera guerra mundial la Orden entró en estado letárgico. Cada uno se aprestó a defender a su patria. Papus se traslado voluntariamente al frente. Fue médico jefe, con el grado de capitán. Consideraba sagrado el deber hacia su país. Augustín Chaboseau, reformado, se alistó en los gabinetes ministeriales de Aristide Briand, primero en el de Justicia, después en la Presidencia del Consejo. Papus murió antes del final de la guerra, el 25 de Octubre de 1916. Después de la guerra, los miembros del Consejo Supremo se estaban dispersados y no hubo elección de un nuevo Gran Maestro. “Sin Papus, el Martinismo ha muerto” exclamó Jollivet-Castelot (6). No obstante, varios Martinistas intentaron tomar la dirección de la Orden. Modificaron de tal manera la naturaleza del Martinismo, que muchos Martinistas prefirieron no asociarse a tales proyectos y mantenerse independientes.


LAS SUCESIONES EFÍMERAS

En esa época nacieron varios grupos martinistas, pero la mayor parte de esas organizaciones tuvieron una existencia bastante efímera, sólo se componían de algunos grupos, todos ellos independientes. Cuando un Martinista ruso preguntó en esa época a Barlet, quién era el jefe de la Orden en Francia, éste respondió con una sonrisa: “El Martinismo es un círculo cuya circunferencia está en todas partes y el centro en ninguna parte...” (7). Veamos rápidamente cuáles fueron las organizaciones de este periodo transitorio que a menudo resulta oscuro, debido a que algunos historiadores han disfrutado confundiendo vestigios.

La primera de la que hablaremos es la que se formó bajo la dirección de Jean Bricaud. Este afirmó que Teder había sucedido a Papus y que Teder, en su lecho de muerte, le había designado como su sucesor. Enseñó a los Martinistas parisienses un documento que atestiguaba su nombramiento al frente de la Orden. Ningún miembro tomó en serio ese documento, que probablemente Bricaud había escrito él mismo, y no aceptaron reconocerle (8). Sin embargo, en Lyon se formó un pequeño grupo bajo su autoridad, transformó el Martinismo “masonizando” atrevidamente la Orden, y reservando su acceso solamente a los miembros que tuvieron la categoría de masones y titulares del grado 18. Ese grupo creó una clase de Martinismo que no tenía casi nada que ver con el que habían creado Papus y Augustín Chaboseau. Además, Jean Bricaud reivindicó abusivamente una afiliación de Elus-Cohen. Robert Ambelain demostró que esta pretensión no estaba basada sobre ningún fundamento (9). El movimiento de Bricaud permaneció circunscrito a Lyon (10).

Se formó un segundo grupo bajo la dirección de Victor Blanchard. Este último había sido el Maestro de la Logia Parisiense “Melchissedec” y fue reconocido por una parte de los Martinistas parisienses que se agruparon a su alrededor. El 11 de Noviembre de 1920 el “Journal Officiel” anunció la constitución de una Orden bajo el nombre de “Unión General de los Martinistas y los Sinárquicos” u “Orden Martinista Sinárquica”. En 1934, H. Spencer Lewis fue niciado en esta orden por Victor Blanchard.

Algo más tarde recibió una carta nombrándole Gran Inspector para las tres Américas, una carta como Soberano Legado y Gran Maestro para los Estados Unidos de América y la autorización de crear en San José el Templo “Louis-Claude de Saint-Martin”. (Ralph Maxwell Lewis sería iniciado igualmente en esa Orden en Septiembre de 1936). Más adelante volveremos sobre la Orden Martinista Sinárquica.

En París, se formaron vanos grupos independientes pero no hubo realmente un Consejo Supremo reconocido como tal por el conjunto de los Martinistas. De hecho, la mayoría de los Martinistas, más que lanzarse a luchar por la sucesión, prefirieron continuar trabajando en la sombra, quedando aislados.


EL NACIMENTO DE LA ORDEN MARTINISTA TRADICIONAL

La situación no parecía tener salida. En 1931 Jean Chaboseau sugirió a su padre que reuniera a los supervivientes del Consejo Supremo de 1891 para volver a hacerse cargo de la situación y poder restablecer la Orden Martinista sobre sus verdaderas bases. Los únicos supervivientes, aparte de Augustín Chaboseau, fueron Victor-Emile Michelet y Chamuel.

No olvidemos que Augustín Chaboseau fue el cofundador del Martinismo de 1889 y había recibido su iniciación por vía directa de su tía Amélie de Boisse-Mortemart. Victor-Emile Michelet había sido un miembro importante de la Universidad Hermética y Maestro de la Logia “Velleda”; en cuanto a Chamuel, había sido el organizador material de la Orden, en la trastienda de su librería, que había acogido las primeras actividades de la Orden. Otros Martinistas se unieron a ellos: el Dr. Octave Béliard, el Dr. Robert Chapelain, Pierre Levy, Ihamar Strouvea, Gustave Tautain... así como Philippe Encausse, el hijo de Papus. Este último frecuentó durante algún tiempo la Orden Martinista Tradicional, después se apartó. En aquella época sus preocupaciones parecían estar en algún otro sitio. El libro que consagró ala memoria de su padre, al año siguiente, parece demostrar esta postura suya (11). El 24 de Julio de 1931, los Martinistas, reunidos alrededor de Augustín Chaboseau, decidieron despertar el Martinismo bajo su aspecto auténtico y tradicional. Para distinguirlo de las numerosas organizaciones pseudo-martinistas que existían, añadieron al nombre de la Orden el calificativo “Tradicional”. Por medio de este acto, los supervivientes del Consejo Supremo de 1891 revindicaron “la perennidad de la Orden fundada por ellos junto con Papus” (12).

El Martinismo volvió a tomar fuerza y vigor. Se procedió a la elección del Gran Maestro y como lo requería la Tradición, fue el miembro más antiguo quien resultó elegido para este cargo: Augustín Chaboseau. Este, a partir de Abril de 1932, prefirió dejar esta función a Victor-Emile Michelet. Aunque en activo, la Orden permaneció relativamente discreta bajo la dirección de este último. A la muerte de Michelet, el 12 de Enero de 1938, nuevamente Augustín Chaboseau fue el Gran Maestro de la Orden Martinista Tradicional.


LA GUERRA DE 1939-1945

La Tradición Martinista se instaló de nuevo al otro lado del Océano Atlántico. Fue un buen momento, ya que unos meses más tarde los Martinistas europeos iban a conocer una nueva prueba, la segunda guerra mundial. Esta tendría fuertes consecuencias, pues numerosos Martinistas perderían la vida en los campos de batalla o en los campos de concentración. Poco después del comienzo de las hostilidades, el 14 de Agosto de 1940, el periódico oficial publicó un decreto gubernamental de Vichy prohibiendo en Francia todos las organizaciones secretas. La mayoría de los responsables de esas oganizaciones fueron arrestados. La Orden Martinista Tradicional pasó oficialmente a estar durmiente en Francia, pero de hecho el verdadero trabajo no cesó, y las Logias “Athanor” y “Brocéliande” permanecieron secretamente activas. Augustín Chaboseau refugiado en Bretaña, no se inquietó demasiado, pero el Dr. Béliard tuvo algunos contratiempos con la Gestapo. Georges Lagréze se vió obligado a ocultarse en Normandia, después en Angers y, a pesar de las incesantes indagaciones en su domicilio, permaneció en contacto con Ralph M. Lewis por mediación de Jeanne Guesdon.

Después de la guerra, en 1945, no quedaban más que algunos supervivientes. Bajo la dirección de Augustín Chaboseau, la Orden Martinista Tradicional se recobró oficialmente. Pero, Augustín Chaboseau pasó la transición el 2 de Enero de 1946 y Georges Lagreze falleció en Angers el 16 de Abril de 1946. Con ellos, la Orden en Francia perdió los elementos esenciales. Jean Chaboseau fue elegido como sucesor de su padre. Jean Chaboseau era un Martinista de valor, pero no tenía sentido de organización. No tuvo éxito en reorganizar la Orden en Francia. Los miembros del Consejo Supremo le retiraron poco a poco su confianza y le dimitieron. Aquí es necesario aclarar que algunos Martinistas hicieron todo lo posible para hacerle difícil su tarea, y harto de querellas, él prefirió dejar a la Orden durmiente. Los Martinistas belgas, bajo la dirección de Sâr Renatus (René Rossart), intentaron continuar el trabajo de la Orden bajo el nombre de “Orden Martinista Universal”. Victor Blanchard aprobó esta Decisión, pero la muerte de René Rosart en Octubre de 1948 puso freno a la evolución de la Orden Martinista Universal. El hermano Heb Ailghim Sî, (el Dr. E. Bertholet), sucedió a René Rossart, pero dejó extinguirse una Orden que jamás tuvo actividad alguna. El Dr. Bertholet murió el 13 de Mayo de 1965 sin haber nombrado sucesor.

A pesar de ello, la Orden Martinista Tradicional no había sufrido ningún daño en Estados Unidos y trabajaba modestamente, esperando que las cosas se apaciguaran en Europa. Ralph M. Lewis conservó su título de Gran Maestro Regional. Unos diez años más tarde, cuando la Orden Martinista Tradicional se volvió a implantar en Francia y en otros países desde Estados Unidos, Ralph M. Lewis tomó el título de Gran Maestro Soberano. Durante 48 años dirigió la Orden Martinista Tradicional, es decir, hasta su transición el 12 de Enero de 1987. Gary Stewart le sucedió, después en Abril de 1990 fue elegido Christian Bernard para dirigir la Orden Martinista Tradicional.


LA ORDEN MARTINISTA TRADICIONAL HOY

Como puede observarse, la Orden Martinista, a pesar de las adversidades, siempre ha logrado transmitir su luz a través de los tiempos. Si bien existen actualmente en algunas partes del mundo diversas “obediencias” martinistas, la Orden Martinista Tradicional es la que cuenta con el mayor número de miembros, esforzándose en mantener la luz que los Maestros del pasado le han confiado. Desde hace algunos años, el Gran Maestro Soberano de la Orden Martinista Tradicional, el hermano Christían Bernard, ha estado trabajando pacientemente para reorganizar la Orden. Cien años después de la creación del Consejo Supremo de 1891, y sesenta años después de la creación de la Orden Martinista Tradicional, quiere volver a centrar la Orden sobre sus valores y prácticas tradicionales, y adaptarla al mundo moderno. Así pues, la Orden está conociendo, bajo su dirección, un renacimiento.

Cien años después de la Revolución francesa, los Martinistas, bajo la dirección de Papus, habían querido contribuir a la espiritualización de su época. Con la esperanza de participar en esta gran misión, habían propagado al mundo los “Servidores Desconocidos”, para que la Obra pudiese llevarse a cabo. Las circunstancias de esa época eran importantes: las amenazas que pesaban sobre el esoterismo occidental y el desarrollo de la civilización industrial, el advenimiento del “reinado de la cantidad”. Nuestra época presenta numerosas similitudes con ese período, y cada uno de nosotros puede comprobar que, aunque hemos celebrado, hace poco, el bicentenário de la Revolución francesa, todavía queda mucho por hacer. Victor Hugo decía: “La revolución cambia todo, excepto el corazón humano”. El hombre, como en la época del resurgimiento del Martinismo, está en peligro por el progreso y no es por casualidad que Organizaciones Inicíáticas, tales como la Orden Martinista Tradicional, vuelvan a estar de nuevo activas, pues nos enseñan que no es en el exterior donde se produce la revolución, sino en el corazón de cada uno de nosotros; esto es lo que los Martinistas Llaman la “Vía Cordial”.


NOTAS

(1) No todos los historiadores del Martinismo están de acuerdo sobre este punto. Algunos consideran que Saint-Martin no ha transmitido iniciaciones en el sentido en el que se entiende habitualmente. Según ellos, es a Papus a quien hay que considerar como el creador de la Iniciación Martinista. Sobre esto, ver “Le Martinisme” de Robert Amadou, ed. de l’Ascése 1979, Chap. IV. Hasta ahora, ningún elemento permite aportar un juicio definitivo en un sentido o en otro;

(2) “Le Lys dans la Vallée”, H. de Balzac, Nelson 1957, pág. 64;

(3) Sobre las circunstancias de esta iniciación, ver el artículo “Un Servíteur Inconnu Pierre-Augustín Chaboseau”, a consultar en: Pierre-Augustín Chaboseau: Un servidor desconocido;

(4) Esta creación fue anunciada en “La Iniciación”: n.º 10, Julio de 1891, pág. 83-84; n.º 11, Agosto de 1891, pág. 182 y nº 12 Septiembre, pág. 277 1891;

(5) “Essais de Sciences Maudites, 1, “Au Seuil du Mystére”, G. Carré, París 1890, pág. 158;

(6) “Esai de Synthése des Scíences Ocultes”, F. Jollivet-Castelot, E.Nourry, París 1928, pág. 189;

(7) y (8) “Tutti gil Uomíni del Martinismo”, Gastone Ventura, Editrice Atanor, Roma 1978, pág. 52;

(9) “Le Martinisme”, Robert Amadou, Niclaus, París 1946, pág. 151-155;

(10) Jean Bricaud tuvo sucesores de los que es imposible hablar aquí por falta de espacio. Para más información sobre este punto, ver nuestro estudio próximo a aparecer “Le Martinisme, son histoire et sa philosophie”, Christian Rebisse;

(11) “Papus, sa Vie, son Oeuvre”, Philippe Encause, ed. Pythagore, París 1932. Jean Reyor en el “Voíle d’Isis” de Diciembre 1932, pág. 793-794, fue el primero en señalar este aspecto sobre el hijo de Papus: “Parece que se haya dejado de lado sistemáticamente todo lo que ha podido ser verdaderamente interesante en la carrera tan activa de ese asombroso Papus... ni una palabra sobre la constitución y sobre la vida de esta Orden Martinista de la cual Papus fue el animador...” Philippe Encausse corregirá ese defecto en las ediciones sucesivas de esa obra;

(12) “Le Martinisme”, Robert Ambelain, Niclaus, París 1946 pág. 174.